No sé qué edad tendría yo, pero calculo que unos 6 cuando la asociación ofertó una actividad extraescolar para padres y madres: gimnasia de mantenimiento. Era los martes y jueves de 21 a 22:30 horas. Mi madre se apuntó inmediatamente. Estaba contenta, le gustaba ir.
Pero eso repercutía en nuestras vidas infantiles: esos días no nos acostaba ella. Nos dejaba a cargo de alguna de mis hermanas mayores que llegaban al final de nuestra cena. No me gustaba. El egoísmo infantil es así. Me acordé el otro día...
Prefería que se retrasaran y fuese mi madre quien tuviera que renunciar a su rato y nos acostase ella... La recuerdo enfadada o malhumorada por no haber podido asistir. Y yo estaba contenta de no perder su beso de buenas noches o que me arropara. ¡Qué injusto! En aquella época, ella no trabajaba y esas tres horas semanales eran su tiempo para ella.
Bajaba la vecina de arriba (madre de dos que también iba) y llamaba al timbre. Siempre, unos minutos antes de las 9. Nosotras abríamos:
-Es Maríaaaa. -Decíamos.