jueves, 9 de marzo de 2017

Una tirita de los Minions

El otro día, en el parque en Madrid, laBebé (con sus cuatro añazos ya) se cayó y se hizo un rasguño en las manos y pidió una tirita. Y yo llevaba una en el bolsillo: una tirita de los Minions.

Intenté explicarle la historia a la mamáamiga que estaba a mi lado, pero no me conoce más que de recoger en el cole y compartir algún ratillo, así que lo cuento aquí:

"El 1 de septiembre, elPapá se fue a Madrid a trabajar y dejó en Gijón al resto de la pandilla, así que estuvimos sobreviviendo con la dignidad que dan: un bombo de más de 30 semanas, una niña y un bebé que conviven en un dúplex.
Todos los viernes recibíamos la visita de elPapá, pero esa semana llegó el jueves (20 de
octubre) enfermo con una gripe muy fuerte. Y así estuvo en casa: sudando, durmiendo, tosiendo, roncando, gastando ropa y haciendo una montañita de suciedad, ronquidos, lamentos y quejas en la habitación de los niños. Así que yo dormía con la tripulación el el otro cuarto.
Jueves, viernes, sábado, domingo, lunes... Sola con los dos: parque, bañera, colegios, comer, dormir. El martes 25, donMarido revivió. Y me dijo: "Me voy a Madrid." 
Así que volví a la situación anterior. Aquella tarde fuimos al parque, me acompañaba laAbuela y mi humor no era el mejor del mundo. Los niños estaban quejicas. Cuando ya nos queríamos ir, dijo Carmen: "Tengo caca", una amiga que tiene una tienda cerca me ofreció que fuéramos allí. Dejé a Fajito con laAbuela en el parque.
Encontramos al marido trabajando y yo no quería molestar así que, por despedirme rápido, cerré la puerta y le cogí los dedos a mi hija (que soporta muy mal el dolor) con la puerta del baño, no era nada, pero ella grita mucho. Así que la llevé a una farmacia cercana donde hicimos una agradable cola para comprar tiritas con dibujitos: sólo tenían de los Minions. Pusimos dos y volvimos al parque. En brazos.
Saqué a Fajito del carro y senté a laBebé (de tres años y 9 meses), allí se quedó dormida. LaAbuela llevaba a Fajito en brazos y así (con pena y sin gloria) llegamos a casa. Le dije que marchase, no hacía falta nada más. Yo me las prometía tan felices: los dos dormidos temprano y yo, descansando.
Subí a la niña, la acosté en su cama,bañé al niño, le puse el pijama, le di de cenar y lo iba a acostar cuando ella se puso a llorar;la intenté calmar, y ella vomitó. Mucho. La bañé y cambié, dormí al niño y a ella, la puse conmigo. Vomitó cada hora durante toda la noche. Dormimos con la lucecita encendida para poder movernos más rápido, lloraba de dolor. Avisé a mi suegra para que viniera por la mañana a quedarse con ella un rato mientras yo subía al otro a la escuela infantil.
Pero, por la mañana, él tenía fiebre. Le escribí a laAbuela para pedirle que no viniese, pero ella no lo leyó y vino a casa, bajé volando a pedirle en silencio que se fuera ya que (por fin) dormían los dos y yo podría hacer lo mismo...
El resto de la semana, ya lo podéis imaginar: una maravilla inenarrable. Las amigas estuvieron muy pendientes y hubo una que ofreció venir ella, enviar a su marido, incluso a la olla de sopa en solitario. Muchas gracias, yo no queríacontagiar ni mostrar ese estado familiar deplorable... 
El viernes llegó elPapá y encontró a los niños recuperados. El sábado de noche, yo sufrí la enfermedad de Carmen. Mejor no os lo cuento...  

Y, sí, la tirita de los Minions refleja  esa epopeya familiar de enfermedades diversas y variadas.
Pero, sobre todo, retrata el final de nuestra vida en Gijón.

Si las veis en la farmacia, acordaos de mí.


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