lunes, 6 de marzo de 2017

La verdad de Núvol: mudarse al otro lado de la calle (2015)

En julio de 2013, empezó una serie de artículos que vienen a contradecir el estilo alegre-divertido que intenta tener este blog. El autor es Núvol y siempre están escritos desde el odio más sincero y honesto.

Con alevosía, veranosidad y aprovechando las 35 semanas de embarazo: los humanos, con los que habito, decidieron cambiarse de domicilio. 

  • ¿A dónde? Al otro lado de la calle. Pasaron del número 21 al 20. Ellos siempre van hacia atrás.
  • ¿Cuándo? El traslado de muebles, cajas y cachivaches fue el 31 de julio. El mío, empezó antes y acabó después.
  • ¿Por qué? Pues por tener  más luz en la vivienda y parking en el mismo edificio: chorradas de humano.

Os cuento:

Con una barriga gigante, miEsclava se fue a Barcelona de vacaciones el 1 de julio, sin mirar atrás. Yo me quedé con ElQueNosedejaArañar.

A los pocos días, él se fue y llegó gente nueva: ¡había alquilado la casa como apartamento vacacional
conmigo dentro!



Tras esta primera experiencia, pensó que quizá era mejor encontrarme una nueva ubicación. Era mejor dejar de tentar a la suerte...


Pero yo ya no viajo como solía, por lo que ya no había transportín, así que él compró uno de plástico rígido rosa (nadie comprende el razonamiento), pero yo me negué a entrar. Es hombre de poco cerebro, pero muchos recursos, así que me metió en el carro de la compra. La fortuna quiso que tuviese una rueda rota, pero no se rindió y me llevó así 200 metros hasta mi casa de transición. Yo maullé como acto de protesta todoel tiempo.

Al llegar, el muy cobarde, abrió la tapa y se fue. Salí a conocer mi nueva prisión: la reconocí enseguida. Volvía la rutina tortura de escuchar música clásica, dormir en sofá y mirar por la ventana al cuidado de laSuegrademiEsclava durante cinco semanas.

Ellos (miEsclava, su barriga, laAmeba y elqueNosedejaArañar) volvieron, pero yo hice lo imposible porque no me reconocieran y no volver. Además, llevaban a PlastaPeggy.

Lo malo fue que un día, perdí la educación y arañé un sofá, MiEsclava fue informada; por ello, fue a buscarme con el transportín rosa. Ella sí me metió dentro (yo la arañé para demostrar mi disgusto) y me llevó hasta la nueva casa. Me tumbé en el sofá nuevo para empezar un acto de reivindicación de mis derechos como gato que está harto de mudarse.

Pero sentí curiosidad y quise conocer mi nueva celda casa:


Que resultó tener escaleras:


Y ventanas en las que tumbarme a tomar el Sol.


O salir a explorar. Trazé amistades entrañables con algunas gaviotas y paseé todo lo que quise por los tejados de alrededor.



Pero todo lo bueno se acaba y, sí, en un año se volvieron a mudar (y yo, también).

Pronto os cuento más...

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