lunes, 27 de marzo de 2017

La gimnasia de Mamá

Cuando yo era pequeña vivía (y aún ahora, mis padres) enfrente del colegio en el que estudiaba.Y mi madre formaba parte del APA (aún no existía la M de madre en las asociaciones de los colegios).

No sé qué edad tendría yo, pero calculo que unos 6 cuando la asociación ofertó una actividad extraescolar para padres y madres: gimnasia de mantenimiento. Era los martes y jueves de 21 a 22:30 horas. Mi madre se apuntó inmediatamente. Estaba contenta, le gustaba ir.

Pero eso repercutía en nuestras vidas infantiles: esos días no nos acostaba ella. Nos dejaba a cargo de alguna de mis hermanas mayores que llegaban al final de nuestra cena. No me gustaba. El egoísmo infantil es así. Me acordé el otro día...

Prefería que se retrasaran y fuese mi madre quien tuviera que renunciar a su rato y nos acostase ella... La recuerdo enfadada o malhumorada por no haber podido asistir. Y yo estaba contenta de no perder su beso de buenas noches o que me arropara. ¡Qué injusto! En aquella época, ella no trabajaba y esas tres horas semanales eran su tiempo para ella. 

Bajaba la vecina de arriba (madre de dos que también iba) y llamaba al timbre. Siempre, unos minutos antes de las 9.  Nosotras abríamos:

-Es Maríaaaa. -Decíamos.

Ella se acababa de vestir o se calzaba y bajaban juntas. Había otros días que le decíamos:

-Hoy mi madre no puede bajar. -Mi padre no había llegado a casa (lo hacía pasadas las nueve), mis hermanas, tampoco; y era ella quien tenía que cargar con todo otra vez.

No se acuerda de que no me gustara que fuese, quizá no lo manifesté o se me ignoró (con razón).

Les daba clase la misma que nos entrenaba a nosotras en Gimnasia Deportiva. Una madre soltera con una niña de mi edad, a la que tenía que llevar (a veces) a esa clase por no dejarla sola de noche. A mí me daba cierta envidia que la niña pudiese salir; no como yo, que estaba en pijama en la mía.

La madre era mensajera por las mañanas y daba extraescolares tarde y noche; además de trabajar en un gimnasio (también era culturista) para sacar adelante a su familia de dos.

Un día le preguntamos qué hacían las mamás por las noches, si también eran saltos y verticales como nosotras. Nos dijo que no, que habían intentado la voltereta y alguna se había mareado. Nos reímos con nuestra agilidad infantil (aquí quiero añadir que no sé si me atrevo a hacer una voltereta ahora y salir indemne).

Mi madre fue a la actividad durante años. Yo también me uní (ya mayor de edad) algunas veces y no era poca cosa...


¿Por qué cuento todo esto hoy?

Pues porque en el edificio de enfrente de mi casa hay un local donde hacen clases deportivas y me he apuntado a abdominales hipopresivos y es de 20 a 21 horas, por lo que dejo a mis niños mientras cenan para que los acueste su padre.

¿Y cómo me voy? Feliz y contenta. Por ahora, ningún hijo se ha quejado: quizá porque sólo habla una, quizá porque son más comprensivos que yo.

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