martes, 22 de octubre de 2013

Trenes

Antes había un tren nocturno de Gijón a Barcelona. Lo cogí algunas veces y muchas tuve experiencias inolvidables.

Pienso que en los trenes la gente charla más que en los aviones, donde hay quien ni apenas te saluda. En los autobuses tampoco he visto esa complicidad, supongo que rl espacio reducido hace que odies al vecino.

La primera vez que viajé hasta mi nueva ciudad, lo hice en tren. Compartí habitáculo de literas con una señora de la que siempre me acuerdo. Era viuda y venía de pasar unos días con amigos en Barcelona. Me dijo que había querido mucho a su marido y que aún le costaba recuperarse. Ya hacía cinco años que no estaba. Me explicó que habían viajado mucho y que así había cogido trucos. Ella no pensaba bajar del tren en chándal (como iba), sino que se cambiaría para poder ir a tomar un café. Y así hizo: se cambió, peinó, arregló y maquilló. La recogía en la estación un, según sus palabras, pretendiente que le había cuidado al perro en su ausencia. Bajó elegante e impecable del tren. Me pareció una señora de los pies a la cabeza.

Hubo otra vez que coincidí en un mismo habitáculo con una chica que trabajaba en Port Aventura. Era ya mayor y estaba separada. Tenía una hija con Síndrome de Down de 15 años y me maravilló oír cómo defendía el hecho de que pudiese ir a una escuela ordinaria. Vivía en Salou porque allí había un centro donde sí podía y estaba preocupada por lo que iba a pasar después...

Conocí un chico que era mecánico de barcos y viajaba para llegar a Valencia donde embarcaría durante
meses. Yo era muy joven y me entristeció pensar que iba a pasar la Navidad lejos de casa, solo y en alta mar.

Este último viaje del que hablo, lo hice hacia Valencia porque tenía que ir por trabajo. Fue el primero de muchos otros. Me acompañaron mis padres a coger el Euromed. Estaban nerviosos como yo. Al salir de casa, mi madre me preguntó por los billetes de tren, yo se los enseñé y nos fuimos. Cuando llegué al control de seguridad, nos dimos cuenta que no los llevaba: al mostrarlos, los había dejado en casa. Mi padre convenció para que me dejaran subir: Esperé de pie en el tren a que me llamaran para decirme cuál era mi asiento. Después enviaron una copia por fax para demostrar que yo no era un polizón. Fue la única vez que viaje en primera y nos dieron de cenar. ¡Inolvidable!

En un viaje desde León, no conseguí litera y viajé en un compartimento con más gente. Estábamos muy incómodos y no podíamos dormir. Por pasar el tiempo, charlamos. Uno de los viajeros era catalán y estaba casado con una asturiana. Él vivía en Barcelona y ella, en Mieres. Él viajaba todas las semanas para verse. Era comercial de funeraria. Eso quería decir que visitaba a la familia de un fallecido para ofrecerles los diversos servicios y opciones. Lo malo, decía, era cuando la muerte se producía en casa, porque había que esperar al juez...

Pues sí. Gente y situaciones para todo. Una pena no poder viajar ahora en tren. Ya no hay nocturno y las posibilidades de ir con laBebé y Peggy son complicadas.


Debe hab er sitios donde sí viajan perros en tren porque Google muestra imágenes.


1 comentario:

  1. Yo cuando estudiaba en la universidad en otra ciudad siempre viajaba en tren y me encantaba sobre todo cuando llegaba la primavera y hacía el viaje por la tarde con esas tardes maravillosas, viendo los paisajes....

    ResponderEliminar

¡Me encanta leer comentarios!

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...