Érase una vez una familia compuesta por un asturiano de abuelo catalán y una catalana de padre andaluz y abuelo extremeño.
Tenían tres hijos y vivían en Madrid (tierra de nadie y de todos). Se iban adaptando y elPapá hablaba mucho de inculturarse y adoptar las costumbres y tradiciones del lugar de residencia.
Pues se iba acercando el 15 de mayo (festividad de San Isidro en ésta/nuestra ciudad) y el jueves anterior al puente, laMamá recibió un mensaje en el grupo de WhatsApp de las mamás de laMayor recordándole que al día siguiente los niños irían vestidos de chulapo/a a la escuela.
Ella no sabía nada de eso, ni dónde encontrar el traje disfraz con tan poco tiempo. Las mamás le enviaron ideas de inspiración:
La inspiración bromista de las mamis |
Ella llamó a elPapá y él contestó:
- ¡Ah sí! Y Manel, también.
Allí, la pobre mujer palideció, pero una amable mamá del grupo de WhatsApp le hizo saber que en el chino, que hay donde la rotonda del Carrefour, tenían.
Aquella tarde recogió a la niña y esperó la llegada de elPapá (que pretendía escaquearse de la expedición), pero ella fue más fuerte y toda la familia numerosa emprendió la búsqueda. Se compró lo necesario y la oriental que regentaba el local les dio caramelos para que se fuesen y Fajito dejara de ir en patinete por los pasillos mientras movía objetos inverosímiles o juguetes diversos.
La inculturación se produjo. Los niños llevaron el atuendo adecuado y participaron en las actividades propuestas en sus colegios. El vestido de la mayor era largo y lo arrastraba, pero nada puede ser perfecto.
Ella, probándose el traje |
Ese precioso fin de semana, la familia se lanzó a la calle a hacer cosas típicas como ir a Ikea, hacer un picnic (no en la Pradera) donde había pintacaras y actividades deportivas, o decorar una baldosa para bailar el chotis.
Pintacaras, baldosa, patinete y picnic |
Chulapo colaborador, que comparte, va en correpasillos, juega y pasa de su madre |
El balance de su primer patrón fue inmejorable, especialmente porqué los trajes se compraron crecederos y el próximo curso no tendrán ese susto.
Y, colorín colorado,
este cuento se ha acabado.
Si madrileño te quieres sentir,
de Pichi te tendrás que vestir.
Un chotis bailarás
y en cualquier prado comerás.
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