lunes, 24 de febrero de 2014

Un baño de asturianeidad

Este viernes cené con amigas. Lo pasamos estupendamente. Charlamos sobre todo. Y una de ellas habló del vídeo del niño noruego que pasa frío. Comentamos, por encima, que a la gente le cuesta reaccionar y blablabla.

El sábado por la mañana fui a comprar cachopos con Peggy y laBebé. Hay una carnicería a veinte minutos a pie que los hace muy ricos y al señor elPapádelaBebé le gustan mucho. De ida, la marea estaba alta y no podíamos bajar a la playa.

A la vuelta, vi que había bajado el mar a la altura de la escalera 7 y aproveché la rampa para llegar a la arena con laBebé dormida y que Peggy pudiese correr un rato. Le encanta. Iba yo pensando en lo curioso que me resultaba siempre la marea a mí que soy mediterránea y estaba muy orgullosa de haberla empezado a conocer y controlar.

En la playa hay rampa para acceder en la escalera 2, 7 y 8. Al llegar a la escalera 3 (la más cercana a nuestra casa), evalué la situación:

  1. Podía subir por la 3. Escalones como hasta un segundo piso. Lo hacemos algunas veces, pero ahora (además) está rota por el temporal y tiene algún peldaño más complicado.
  2. Seguir hasta la 2 y subir por la rampla tan ricamente. Había unos diez metros hasta la línea de mar.
Opté por la 2. ERROR. Empecé a empujar el carro y a media distancia (deben ser 100 metros en total) vi que venía una ola un poco más larga. Si me pasa sola (con Peggy) doy un saltito y me refugio en una roca hasta que pasa. Esta vez era una opción inviable.

Asumí mojarme los pies. Eso pasó enseguida, pero venía una serie. Así que debía buscar salida para que la niña no lo notase. Peggy se refugió inteligentemente sobre una piedra cerca nuestro. Yo empecé a tirar de la silla en dirección contraria a la escalera 2 porque arrastra mejor y porque al pie de la rampla hay una pequeña hondonada y se suele hacer un poco de barullo acuático.

Era la 1 del mediodía y el Muro estaba a tope de gente. Mucha de ella nos miraba. NADIE bajó a ayudarnos. Quedaron observando cómo una mamá tiraba de un carro de bebé (con la sospecha de que hubiese uno en su interior) hasta salir de las olas.

No fue para nada grave. Me mojé hasta la rodilla y la niña y la silla quedaron secas. La levanté cuando fue necesario. Al llegar a la zona seca (escalera 3), bajaba un señor de unos 60 años en chándal (gracias) que venía a echarme una mano. Acarretó bebé y carro conmigo hasta arriba. También llegaba un chico de unos 30 años con su perro que no hizo ningún ademán de ayudar, pese a haberme visto. Ya en el Muro, se acercaron dos señoras de 70 a preguntar cómo estaba. Nada más. Nadie más. Nos debieron ver más de veinte personas. Miré hacia arriba y las vi.

Me descalcé y me fui para casa. Con la niña, Peggy y el cachopo, sanos y salvos. Allí lloré, de vergüenza, disgusto y frustración. La sensación me duró un rato.

Eso me hizo acordarme del vídeo, que yo no había visto. De cómo podemos no ayudar a alguien que parece necesitarlo. Sea grave o no. Está claro que mi situación no mostró peligro en ningún momento, pero sí incomodidad y apuro. La semana anterior, en un tren, una mujer se puso a llorar. Hubo silencio, nadie dijo nada. Sólo la pasajera de su lado intentó calmarla. En cambio, elPapá sí ayuda, le he visto hacerlo. Correr tras un carterista en el centro o ayudar a sacar a un chico que se había desmayado en el cine. Eso le dije entre lágrimas. Ojalá hubiese más gente como él.

Pues he hecho algo. Intento no mirar hacia otro lado. Acabo de hacerme socia de ACNUR. La aportación es pequeña, pero siempre es menos que nada. Llevaba meses pensando en ello. Ya lo soy de Intermón y Médicos sin Fronteras; también colaboro con el Teaming con dos Protectoras de Animales (las que me han proporcionado mis ángeles perrunos). Una más.



En la primera imagen, un posible disfraz para laBebé ahora que llega el Antroxu. En la segunda, seres mirones que no intervienen (aunque estos sí se ptrotegen entre ellos). Ahora va la importante:



Por cierto, sé que si laÀviadelaBebé lee este post me llamará para reñirme por insensata y haber arriesgado a la niña. Cuñao, no se lo digas a tu madre que las broncas de la suegra, las llevo peor. ;-)


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