El pasado 2 de julio empezó una serie de artículos que vienen a contradecir el estilo alegre-divertido que intenta tener este blog. El autor es Núvol y siempre están escritos desde el odio más sincero y honesto.
Cuando miEsclava era sólo para mí
Os voy a confesar una cosa: hubo un tiempo en el que vivía mejor.
Me doy cuenta que es una lástima no saber apreciar esos momentos hasta que los pierdes...
Aquel piso del Raval con balcones minúsculos y repleto de trastos. ¡Cuánto lo añoro!
Cuando miEsclava y yo vivíamos solos, yo era feliz y no me daba cuenta. Ella lo era más, porque vivir conmigo y dedicada a mí es una satisfacción incuantificable.
Yo dormía sobre ella en invierno y lejos, pero en la misma cama, en verano. Si me aburría, le maullaba o le mordía los pies o le daba collejas (formas de dar cariño gatuno) hasta que despertaba.
Yo era el primero en desayunar y luego recibía una chuche repartida en tres lugares distintos para que me supiera a más y poder jugar con ella un rato. Mientras tanto, dejaba desayunar a MiEsclava.
Eso sí, en cuanto terminaba, yo maullaba para que me cepillara. Si me cansaba, la arañaba y listos.
Ella se duchaba y yo me echaba una microsiesta hasta que me apetecía entrar en el baño calentito para ocupar el lugar junto al chorro de aire del calefactor.
Después, tocaba paseo por el edificio. Ella me abría la puerta y yo iba a saludar a los vecinos o a los otros gatos que habitaban el patio comunitario. Cinco minutos antes de que ella se fuera, volvía si me apetecía.